Capitulo 5:

18.03.2013 12:13

El Tercer viaje de Pablo

 

         Galacia, Efeso (dos años), Macedonia, Mileto: 1700 kms.  90

 

         Al llegar la primavera del año 53 Pablo, acompañado de Timoteo, Lucas, Tito y otros, vuelve a emprender un tercer viaje. Aunque el informe de Lucas sea un tanto escueto: “Después de pasar allí algún tiempo marchó a recorrer una tras otra las regiones de Galacia y Frigia para fortalecer a todos los discípulos” (Hch 18,23), podemos suponer las motivaciones que le mueven especialmente: confirmar las comunidades fundadas, fundar la comunidad cristiana de Efeso y organizar una colecta para los pobres de Jerusalén. Aquila y Priscila que estaban en Efeso se han encargado de la formación cristiana cabal de Apolo, un judío alejandrino elocuente y versado en las Escrituras (Hch 18,24-26).91 No se deja de percibir una cierta tensión entre Apolo y Pablo. Quizá divergen sus métodos evangelizadores, quizá Apolo tiene un protagonismo nocivo a la unidad de la Iglesia (cf. 1 Cor 1,12; 3,5-6). En todo caso es un elemento poco manejable para Pablo (cf. 1 Cor 16,12).

 

         Los misioneros atraviesan las regiones de Galacia y Frigia, famosa por el culto a Cibeles. Pasando nuevamente por “las Puertas de Cilicia” se internan en el Asia Menor. Pablo llega a Efeso, con su puerto fluvial junto al río Kaístro92  en la primavera del 54 y establece allí su residencia por espacio de dos años y medio. Contando los desplazamientos se llegaría a tres años de permanencia misionera en esta región. Efeso se remontaba al siglo IX a.C. entre las prestigiosas ciudades de la Jonia. Desde el 133 a.C. fue integrada en el Imperio romano y pronto fue capital de la provincia de Asia, sede del procónsul romano. Desde Augusto tiene un auge que se expresa en la construcción y en el aumento de sus habitantes: llegó a ser la cuarta ciudad del Imperio, después de Roma, Alejandría y Antioquía de Siria. Cuando Lucas escribe sobre esta estancia de Pablo en Efeso, lo hace con tanto entusiasmo que la transforma en un nuevo Pentecostés (Hch 19,6), pero sus datos, aunque anecdóticos, distan mucho de ser completos,93  de forma que debemos recurrir a la información más certera de las cartas para reconstruir esta etapa. De hecho Efeso cumplirá en Asia la misma función de ciudad-madre como lo era Corinto para Grecia. Efeso es para Pablo, a pesar de las dificultades, la “puerta ancha para el Evangelio” (1 Cor 16,8-9). Desde aquí Pablo desarrollará su actividad epistolar. Aquí nacen varias de sus cartas auténticas.

 

         Una vez conquistada por Roma comenzó a tener una forma urbana cada vez más completa y hermosa. “Una larga avenida rectilínea, llamada más tarde vía Arcadia (en honor del emperador Arcadio), llevaba del puerto a la ciudad. Una puerta monumental con tres arcadas abría el acceso a ella, mientras que un pórtico de dos pisos enmarcaba una plaza rectangular. Subiendo por la avenida se encontraba a la izquierda el ágora romana; luego se llegaba al teatro, uno de los más bellos de mundo helénico: asentado en la ladera del monte  Pión, podía acoger a 24.000 espectadores que se sentaban en los 68 escalones de la cavea, dividida en tres pisos; la escena tenía vastas proporciones: una sala rectangular de 40 por 17 metros; entre la escena y el público estaba el óvalo de la orquesta y el proscenio. Desde el teatro, una calle pavimentada en mármol conducía al ágora griega y al barrio residencial, cuyas casas se empinaban por la ladera del monte Pión. El puerto de Magnesia se extendía a lo largo de varios kilómetros, con unas defensas construidas por Lisímaco, antiguo general de Alejandro (...) La fama de Efeso se debía sobre todo al Artemision o templo de Artemisa, una de las maravillas del mundo. Reconstruido varias veces en el curso de los años, el templo de Artemisa en tiempos de san Pablo se imponía por sus dimensiones: en medio de una amplia explanada sagrada se elevaba una plataforma de 109 metros por 55; el templo como tal medía 44,5 metros por 26 y contaba con 127 columnas erigidas cada una por un rey. Los más ilustres artistas habían contribuido a su ornamentación, concretamente Praxíteles”.94 Las tradiciones decían que Artemisa, la diosa hermana de Apolo e hija de Leto, había nacido muy cerca de allí, en Ortigia, y allí se daban cita enormes muchedumbres de peregrinos venidos desde los más remotos rincones del mundo griego y de Asia Menor.

        

         En medio de esta masiva adoración a Artemisa, la diosa “polimasta” (de muchos pechos),95  y a los otros dioses del culto griego e imperial, es dable imaginar la reacción y la acción de Pablo en la ciudad. Lucas nos narra la actividad del Apóstol en esta ciudad: tres meses de predicación en la sinagoga (Hch 19,8) y, a causa de la oposición de los judíos, dos años de ministerio en casa del retor Tirano donde se va formando una comunidad bilingüe, de judíos y griegos (Hch 19,9-10). Prueba de la abundante religiosidad en torno al templo de Artemisa es el motín de los orfebres (Hch 19,23-40): la predicación de Pablo, no solamente en Efeso sino en casi toda el Asia, va alejando a la gente de la adoración de los ídolos para encaminarlos al evangelio, lo que trae consigo la ruina de los plateros y su industria. Efeso llegará a ser con el tiempo la tercera ciudad del cristianismo, junto a Jerusalén y Antioquía. Hch 19,10 dirá con optimismo: “¡Toda Asia escucha la Palabra de Dios!”

 

         El apostolado paulino en Efeso está lleno de episodios pintorescos en los que se mezcla lo sobrenatural con lo folklórico: Pablo se convierte en taumaturgo extraordinario con un poder de sanación similar al del Jesús de los evangelios; además, aparte del caso de la revuelta de los plateros del que hemos hecho mención, es curioso  el caso lleno de humor de los exorcistas judíos que, sin convertirse a la fe cristiana, pretendían expulsar demonios “en nombre de Jesús a quien predica Pablo” (Hch 19,11-16). Como señal de la fuerte impresión, escuchamos que los magos queman sus libros en público (Hch 19,19).

        

         Luego del tumulto de los orfebres en Efeso, Pablo programa viajar hacia el este, a Macedonia y luego bajar a Grecia donde va a permanecer tres meses (Hch 20,1-3). Es impedido por los judíos cuando quiere embarcarse para Siria por lo que deberá hacer el camino por tierra, esta vez acompañado de un buen número de seguidores, representantes de las comunidades evangelizadas: Sópatros hijo de Pirro, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Cayo de Derbe y Timoteo; también Tíquico y Trófimo de la provincia de Asia (Hch 20,4). Desde Efeso cuida del desarrollo de la comunidad de Corinto con la que mantendrá una abundante correspondencia (unas seis o siete cartas).96 De esta zona de Asia, peromucho más tarde, deben proceder las cartas  déutero-paulinas Ef y Col y quizá también las Pastorales, signo de la existencia de una rica escuela paulina en la zona. Estando todavía en Efeso, Pablo proyecta ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya, para luego dirigirse a Roma. Envía a Timoteo y a Erasto a Macedonia a preparar la misión. Hacia el final, el ministerio de Pablo en Efeso se torna peligroso: se llega a temer por su vida (2 Cor 1,8). Pablo nos dirá en 1 Cor 15,30-32 una frase enigmática: “En Éfeso luché con las fieras”. No creemos que haya que comprender el texto al pie de la letra ya que una “damnatio ad bestias” (qhriomacein = luchar con las fieras) no era aplicable a un ciudadano romano como lo era Pablo. Puede tratarse más bien de una expresión que alude la gran “tribulación sufrida en Asia” (2 Cor 1,8-11). Debido a esto se le prohíbe a Pablo la permanencia en la ciudad por lo que la emotiva despedida de Asia deberá tener lugar en la ciudad de Mileto (Hch 20,16-35).

 

         En Filipos se había encontrado con Lucas y juntos se van a Tróada. Lucas retoma en este punto su relato en plural para narrar que este grupo se adelantó y los esperó en Tróada donde estuvieron una semana. Pablo celebra en Tróada la ultima eucaristía con un sermón un poco más largo de lo habitual, “hasta la medianoche”, por lo cual un muchacho llamado Eutico, se cae dormido desde el tercer piso. Pablo lo resucita (Hch 20,7-12). Al día siguiente, mientras Pablo hace el viaje por tierra, el grupo se embarca en Asos y a través de Mitilene, Quíos, Samos y Trogilón, llegan a Mileto. Luego de un trayecto por tierra, Pablo se reúne con el grupo en Mileto desde donde había convocado a los presbíteros de la Iglesia de Efeso. Al grupo de los responsables de las iglesias por él fundadas Pablo le dirige un discurso a manera de homilía o testamento pastoral, lleno de ternura ante la perspectiva de que no volverá a verlos (Hch 20,17-38) .

 

         La comunidad entristecida los acompaña a la nave. Se embarcan en Mileto, pasan por Cos, Rodas, Pátara, dejando la isla de Chipre a la izquierda, llegan al puerto de Tiro. Se quedan allí una semana mientras el barco descarga la mercancía. Los hermanos de Tiro tratan de disuadir a Pablo de subir a Jerusalén donde peligra su vida. No obstante el grupo retoma el viaje y  se dirige al sur, a Tolemaida y al otro día a Cesarea marítima donde se hospedan en casa de Felipe, uno de los siete diáconos. Allí Pablo recibe el oráculo de Ágabo, un profeta venido de Judea, que le da malos presagios: le predice  los futuros sufrimientos. Narra Lucas: “se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo: ‘esto dice el Espiritu Santo: así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinturón. Y le entregarán en manos de los gentiles’” (Hch 21,11). A pesar de ese oráculo, Pablo lleno de fuerza y acompañado del grupo, se dirige a Jerusalén y, en casa de Santiago, en presencia de los presbíteros de la ciudad, da cuenta de todas sus actividades misioneras.

 

         En sólo doce años Pablo ha realizado una obra considerable con la cual el evangelio de Jesús queda implantado definitivamente en el imperio romano.